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Cuando el amor es verdadero (y no pasajero)
cuando el amor es de Dios realmente,
trae consigo 4 extraordinarios dones:
ELEVACIÓN
IRRADIACIÓN
PATERNIDAD
SANACIÓN
ELEVACIÓN:
En el verdadero amor de pareja una de las características que primero se descubre, ya desde el noviazgo, y se reconoce a lo largo de la relación, es la gracia de la elevación.ELEVACIÓN
IRRADIACIÓN
PATERNIDAD
SANACIÓN
ELEVACIÓN:
La elevación consiste en que cada uno en la pareja crece, se eleva, con las cosas buenas del otro; y así crecen los dos como personas individuales y como pareja.
Y lo mismo ocurre en la otras relaciones: los hermanos, los hijos, y los amigos crecemos, ya desde chicos, con las cualidades que observamos y admiramos en los hermanos mayores, en los padres y en los amigos.
Las personas ¡somos diferentes en tantas cosas! Pero, cuando hay amor verdadero, esas diferencias benefician de un modo particular a la pareja, y benefician también toda relación de amor.
En el amor, cuando es verdadero, y especialmente en la pareja, se contagian naturalmente uno al otro las cualidades, no los defectos. Por tanto, experimentar un amor verdadero no consiste necesariamente en tener los mismos gustos, las mismas inclinaciones, incluso la misma cultura.
Cuando uno es sincero consigo mismo y está sereno, va descubriendo cómo la relación con esa persona que ama le hace mejorar en muchas cosas, en muchos aspectos de su personalidad, tanto en el carácter como en el trabajo, o en el estudio y en la relación con los demás. Y hasta pareciera que le lleva en forma espontánea a exigirse a sí mismo cambios importantes.
Pero a esta gracia de la elevación no siempre la dejamos actuar en nosotros. Y así, muchas veces lo que más me llamó la atención de mi esposo, de mi esposa cuando recién nos conocimos, es lo que con el tiempo más me desagrada o enoja: si es ordenado, me molesta su exageración en el orden; si es servicial, me molesta que lo sea tanto con los de fuera y no tenga tiempo para sí mismo; si es trabajador me molesta que se traiga el trabajo también a la casa, o que su trabajo sea el único tema de conversación; si es romántico, me molesta que nada le caiga bien, que diga siempre que nadie lo comprende; si es muy reflexivo, me molesta que sea tan cerrado; si piensa mucho antes de actuar, me molesta que sea tan indeciso; si es muy creativo, me molesta que no aterrice sus múltiples proyectos; si es fuerte, me molesta que sea tan mandón; si es tranquilo, me molesta que sea tan dejado. (En el curso de Compulsiones se puede ampliar todo esto).
Muchas veces no dejamos que actúe en nosotros esta gracia de la elevación por que nos dejamos invadir por las SUPERIORIDADES.
Lo opuesto a la gracia de la elevación son las superioridades. Esto se da cuando cada uno en la pareja, en la familia, en la amistad y en la relación del sacerdote con sus feligreses utiliza sus cualidades no para ayudar a crecer al otro, sino para humillarlo, tenerlo dominado, por espíritu de competencia, o porque piensa que la otra parte no le puede
aportar nada.
“Como yo en esto sé más que vos, o lo hago mejor, vos no te metas; no se te ocurra hacerme sombra, y ni siquiera darme una idea al respecto”.
Otras veces no dejamos actuar esta gracia de la elevación porque se usa la ironía para ridiculizar al otro: ¡Cuántas “cargadas” y bromas pesadas hacia el cónyuge, un hijo o un amigo en todo tipo de reunión!
Esposa: A nosotros, como matrimonio, nos costó, y por momentos todavía nos cuesta mucho, dejar actuar a esta gracia de la elevación, ya que mi esposo y yo hemos trabajado juntos durante 20 años, y nuestras cualidades, nuestras diferencias las usábamos más para destruirnos que para complementarnos. La competitividad era nuestro pan de cada día.
Gracias a las herramientas de Hogares Sanos y Apacibles pude reconocer que mi esposo es mi complemento. Esto me ayudó a crecer muchísimo: me enseñó a escuchar, a tener paciencia, a respetar los tiempos y los límites de los demás, a dejar de pensar que mi forma de ser es la correcta, y que todos deberían pensar y actuar como yo. También me sacó muchos límites y tabúes que tenía en lo sexual.
Esposo: La gracia de la elevación a mí me ayudó y me ayuda a enfrentar mis miedos...
La competitividad es algo que todavía nos está afectando.
Estamos en proceso, inclusive en éste momento que estamos escribiendo.
Creo que el error más grande que cometimos en nuestro matrimonio fue la competitividad, buscando cambiar al otro; y no darnos cuenta que las diferencias es uno de los tesoros más grandes que tenemos. Yo, que en mi personalidad siempre dominó la vergüenza y el miedo a enfrentar situaciones, hoy aprendí que gracias a la gran diferencia que teníamos en este sentido, encontré la respuesta justamente ahí, en la diferencia que tengo con mi esposa. Ella, que es capaz de hacerle frente a todo sin cuestionarse nada me enseñó a vencer los límites que yo tenía, y así jugármela en situaciones difíciles que antes de ninguna manera podría haber enfrentado.
Creo que Dios sabe perfectamente lo que hace en un matrimonio. Sólo nos queda a nosotros descubrir la verdad y el camino a seguir.
Decíamos al inicio de esta reflexión, que esta característica del amor verdadero, que es la elevación, es la primera que ya comienza a darse en forma clara en el noviazgo. Más aún, si en el noviazgo no se da este crecimiento mutuo por lo bueno del otro, “si yo no crezco gracias al otro, ni el otro crece gracias a mí” es una clara señal de que no hay un verdadero amor, por más entusiasta, romántica o sacrificada que sea la relación.
En el noviazgo no es necesariamente señal de un amor verdadero el que uno esté pensando constantemente en el otro o deseando estar juntos siempre. Eso podría ser una actitud propia de la etapa del enamoramiento, o tal vez una actitud muy posesiva, con el riesgo de confundirla con el amor.
Tampoco es señal de un verdadero amor en el noviazgo el que uno en la pareja renuncie a muchas cosas (como estudios, amigos buenos, familia) y se sacrifique por el otro. Si ese sacrificio y esas renuncias no le hacen crecer tanto a uno mismo como a la otra parte, no es amor. Si lo que se logra con ese sacrificio es que la otra persona se vuelva más cómoda y egoísta, aferrada a sus criterios o a sus celos enfermizos, no es amor.
Dejar actuar la gracia de la elevación también entre hermanos y entre amigos es ser permeable, permitir que lo bueno del otro me enriquezca, sin temor a ser menos, a perder personalidad, a ser influenciable.
Dejando de lado todo espíritu competitivo, la gracia de la elevación me permite disfrutar de un importante crecimiento personal al constatar también cómo mis cualidades y dones enriquecen a los demás. Es que Dios me ha puesto como instrumento suyo para el crecimiento de los que viven conmigo.
Joven (20 años): “Yo con mis hermanos he crecido en enfrentarme a la vida, a las personas; en buscar más amigos y en salir al mundo, a bailar y a juntarme con amigos.”
Niño (11 años): Mi mamá me ayudó a crecer y a cumplir en las cosas de la vida, a no ser tan agresivo. El papi me ayudó a cuidar las cosas; Leonardo a ser más tranquilo, y también a que disfrutamos de la música el Reggeton. Sofía me ayudó a no tener miedo, a ponerme las pilas, a vestirme a la moda. Y también compartimos la misma música con ella. Mis amigos me ayudan a divertirme bien y no a pelear como lo hacía antes.
Adolescente (16 años): “En mi familia es donde yo más he aprendido: ella me ayudó a convivir con la gente, a enfrentarme con las cosas, a formar mi propia cabeza, a responsabilizarme de las cosas, a hacerme cargo de mis opciones, a mantener un orden en mi vida, a valorizarme como persona, a saber escuchar y saber compartir; a vivir los valores, a valorizar los esfuerzos que hacen, también a defenderme.
Mis amigas y mis amigos me ayudan a divertirme, a compartir, a darme cuenta cuando cometo un error. Los de confirmación me están ayudando a crecer en la fe.
Sacerdote: “En mi vida sacerdotal, religiosa y misionera ¡he recibido tanto de la gente, de tanta gente, ya sea de las personas en forma individual, como de los matrimonios y familias, pero también de las comunidades!
Señalando sólo algunas cosas más significativas para mi crecimiento, desde mi punto de vista, puedo decir que los seis años en Malargüe (Mza.) han sido la experiencia más misionera de mi vida; y los casi seis años en Cuba fueron la más creativa.
Además con los matrimonios y sacerdotes de Encuentro Matrimonial aprendí a conocerme mejor, a relacionarme con mayor profundidad y a vivir una espiritualidad muy concreta y enriquecedora.
Con los grupos de la Renovación Carismática crecí en perdón, en oración y en la escucha a las personas.
Ahora en Mendoza veo cómo me ayudan a crecer en el amor fraterno y en la organización de nuevas formas de misión”.
Por la elevación el amor nos despierta en las zonas que estamos dormidos; nos vuelve más humanos en un sentido más pleno.
Por la elevación somos cómplices y testigos de los crecimientos míos y tuyos. Hacemos historia juntos. Y además, Dios mismo está en nuestra historia.
PREGUNTAS:
1- ¿En qué crecí yo como persona gracias a mi pareja, tanto en el cuidado de mí mismo (mi físico, mi trabajo, mis estudios, mis inquietudes espirituales) como en mi relación familiar y con los buenos amigos?
(Esta misma pregunta puede hacerse con respecto a los hermanos, amigos y comunidad parroquial)
2- ¿ En qué creció el otro como persona gracias a mí? (Y se sigue el mismo esquema de la pregunta anterior)
3- Las diferencias con los que me rodean (cónyuge, hijos, padres, hermanos, amigos) ¿dejo que me enriquezcan o vivo compitiendo?
P. Pablo José Fuentes omi
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